La nueva normalidad y el Propósito de las organizaciones.
Tiempos de incertidumbre
Después de más de 40 días con la economía en stand-by debido a la reclusión de la población en sus hogares, si algo podemos tener claro, es la percepción que ahora tenemos de la certidumbre. Es decir, estos días la incertidumbre se sitúa en el centro de nuestras vidas.
Por ejemplo, hasta hace muy poco, todos organizábamos nuestra agenda tanto a nivel profesional como personal con cierta seguridad de que los eventos iban a suceder más o menos tal y como teníamos planificado. Comprar un billete de avión a tres meses vista para ejecutar un proyecto determinado era un acto que normalmente sucedía tal y como estaba planificado.
Así pues, vemos que la certidumbre es un ingrediente que afecta a nuestras vidas de manera bestial, pudiendo cambiar de manera radical el orden de las necesidades y valores de la sociedad y su economía.
En este sentido, nos planteamos las siguientes preguntas: ¿Cómo van a cambiar la escala de valores y el orden de las necesidades de la sociedad? ¿En qué medida las organizaciones que sobrevivan a esta crisis deberán revisar y cuestionar su Propósito? Y, en consecuencia, ¿Cómo afecta esto en la manera en la que las organizaciones entienden su ecosistema y establecen sus objetivos?
¿Qué es el propósito de una organización?
Los efequmitas (así nos llamamos en tono de broma entre los que conocemos y usamos el Modelo EFQM) ya sabemos que en la última versión del modelo (2020) han sustituido el concepto de Misión por el de Propósito, definiendo este último de la siguiente manera:
Una declaración que describe la razón de ser de una organización, es decir, qué hace, por qué lo hace y qué entienden sus grupos de interés
La evolución del concepto Misión es evidente. El propósito incluye la razón de ser y la cartera de productos/servicios, pero incorpora un sentido más profundo al incluir el por qué (o para qué) y lo que entienden los grupos de interés.
El Propósito de las organizaciones y la vuelta a la “nueva normalidad”
“Desescalada” y “vuelta a la nueva normalidad” se han convertido en los mantras que estos días se divulgan a los cuatro vientos. “Desescalada” es una palabra de dudoso rigor léxico, pero “nueva normalidad” resulta bastante más terrible, y no por el léxico, sino por la incertidumbre que provoca.
Teniendo en cuenta que el virus (como todos los virus) se va debilitando, los sistemas sanitarios están menos colapsados, sabemos que un % muy alto de las personas que han fallecido corresponden a un segmento determinado de edad, que los niños son un vehículo de contagio muy potente, etc., resulta lógico que muchos nos resistamos a volver a la nueva realidad, y queramos volver a la maldita realidad de siempre tomando las medidas oportunas. No obstante, el concepto “nueva normalidad” parece que está tomando fuerza y calando en la mente de las personas que formamos esta sociedad.
De hecho, ya lo estamos viendo, y no hace falta ser visionario para observar que la nueva normalidad va a producir cambios en la manera de consumir, relacionarse, hacer deporte, etc. Son medidas que, aunque con suerte irán decreciendo en exigencia, van a perdurar no poco tiempo entre nosotros, quizás el suficiente para cambiar hábitos, e incluso costumbres. Por ejemplo, ¿dejaremos de darnos dos besos al saludarnos…? ¿Cuánto tiempo tiene que durar una situación así para que las personas de este país dejaran de saludarse de esta manera tan propiamente latina?
La seguridad de las personas es la primera cuestión y más importante cuando hablamos de incertidumbre, y las organizaciones deben tomar conciencia de ello a la hora de revisar su Propósito. Deberán repensar las necesidades, requisitos legales y expectativas, de todos sus grupos de interés; redefinir la propuesta de valor, redimensionar los objetivos propuestos en enero, etc. Si hasta ahora muchas organizaciones ponían el foco en el crecimiento y el margen, ahora más que nunca, deberán considerar también entre sus prioridades otras cuestiones como la seguridad de sus clientes, empleados, proveedores etc. Sectores como la hostelería van a ser sometidos a rigurosas medidas preventivas y peligrosos controles estatales. Los viajes en avión o tren no serán como antes en términos de precio, tiempos y comodidad. Y así podríamos poner muchos ejemplos.
Es muy posible que vivamos una transición en la que las organizaciones cuenten con propósitos muy diferentes, más orientados a la economía colaborativa, a la seguridad de las personas y a sobrevivir en la incertidumbre. Ojalá esta nueva normalidad tenga fecha de caducidad pronto y podamos volver a la normalidad de antes, pero todo apunta a que muchas de estas novedades han llegado para quedarse.