La verdad que, analizando los hitos clave desde que el COVID-19 irrumpió en nuestras vidas, y viendo las acciones en su conjunto como un todo, podemos llegar a la conclusión de que no ha existido un plan (sin entrar en las causas). 

Realizar una planificación basada en el análisis y el aprendizaje es la base del ciclo de mejora en la gestión de la calidad. En el caso de España, aprendizaje sobre el COVID-19 era inexistente, por ser algo nuevo e inesperado; pero el análisis que se realizó cuando se acercaba por el este no fue muy eficaz que digamos. Por lo tanto, si el análisis no era bueno, es difícil que la planificación lo sea.

Todos sabemos que los planes se hacen para ser modificados, pero eso no significa que el plan no sirva de nada. Tener un plan, marca una referencia para seguir caminando y poder ir encajando las eventualidades inesperadas dentro de un marco que nos permita contextualizar y priorizar soluciones. Cuando analizamos los hechos acontecidos en España durante estos dos meses, podemos constatar que no existía un plan sólido y bien fundamentado que otorgara esperanza y certidumbre a la sociedad en general. Los objetivos a corto plazo no se han alcanzado, el uso de recursos no ha sido eficiente, y la claridad y transparencia han brillado por su ausencia. Un buen plan, a parte de tener resultados eficaces en sus objetivos, debe ser fácil de comunicar y perfectamente vendible para contar con la colaboración del equipo, y en este caso de la propia sociedad.

Por ello, nuestra autora coreana se pregunta y responde sobre las causas de lo que está sucediendo. No es que el plan haya sido malo, sino que realmente no ha existido. Lo que sí ha existido es una estrategia para gestionar la opinión pública, que al parecer sigue al dedillo las estrategias elaboradas por Noam Chomsky.